Las Niñas Sueltas fueron perseguidas desde el principio, estaba en su destino, como lo estaba en el de las brujas de la edad media, aquellas auténticas zíngaras. La polémica, la censura y los rumores fueron una inesperada campaña de marketing cuyo resultado final decepcionó a algunos y encandiló a otros. Carne de cañón o no, lo que nadie puede negar es que ellas solitas (o no tan solitas) se han convertido en una de las presencias más carismáticas de estas últimas fiestas.
Indiscutiblemente, cada cual es muy libre de expresar su opinión respecto a los trajes que se exhiben en fiestas, no hay nadie intocable, el gusto, afortunadamente, es esquizofrénico; pero las Niñas Sueltas pasarán a la historia de los trajes especiales de nuestra fiesta por una explosiva y original mezcla de espectáculo, desafío y moda. Tres sustantivos que junto con el fragor de la imprescindible música festera constituyen la base de un buen desfile o, al menos, un desfile interesante a nuestro modo de ver.
Cuando dentro de unos años los seres humanos revisen las fotos de fiestas del pasado año disfrutarán devorándolas a ellas: empezarán saboreando los escarabajos dorados y los tocadiscos del H&M, se relamerán con la chupa de cuero y las camisas de leopardo y acabarán hipnotizados por un ejército de lazos “inalámbricos” trufados de cascabeles… y todo ello sin drogas de por medio. Que dios os bendiga Niñas Sueltas.

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